viernes, 20 de marzo de 2009

Documental: La última faena



“Si yo encuentro un solo taurino que se ofrezca de voluntario a que lo piquen, le claven tres paredes de banderillas y después le atraviesen con una espada y le gusta, cambio mi forma de pensar” Álvaro Múnera.
Álvaro Múnera fue un torero que se proyectaba como una promesa del toreo nacional, profesión donde pesa más la pasión por desafiar al animal que el temor a perder la vida. A sus 18 años, logró posicionarse en los ruedos internacionales. Comenzó en España donde un accidente con un toro le hizo recapacitar sobre su profesión y su vida.
Múnera quedó en silla de ruedas en 1984 por un toro llamado Terciopelo. Tras haber sido corneado, fue llevado en la ambulancia al hospital y le dijo a su apoderado que debería dejar de torear, porque la sangre que ellos vertían se volvería contra ellos. Él cree que esta situación no es un castigo sino una nueva oportunidad, la tercera que le brinda Dios por medio del dolor, ya que por la razón no pudo.
Luego de reflexionar por largo tiempo sobre los errores que cometió en el pasado, decidió vincularse políticamente, convirtiéndose en Concejal de Medellín, para así poder hacer algo por los animales que tanto hizo sufrir durante su profesión.
“Todo en la vida evoluciona y no se puede dejar de desconocer que el toro es un ser vivo dotado de un sistema nervioso que obedece a los estímulos de dolor de la misma forma que el nuestro y que es salvajemente torturado y masacrado en una plaza de toros.”
El Concejal realizó hace poco el documental La Última Faena, proyectado en octubre en el marco de la 3ª Muestra de Cine Colombiano en Barcelona. El video ha tenido gran acogida en España y Colombia, mostrando el arrepentimiento del Álvaro Múnera y la crueldad a la que son sometidos los toros.
El ex torero cree que algo que le impactó mucho durante su etapa de torero fue cuando mató a una vaquilla embarazada y vio cómo le sacaban a su feto del vientre. Se puso a llorar y vomitó. Su apoderado le dijo: “Tranquilo, tú vas a ser una figura del toreo. Estos son gajes del oficio”
Más adelante, mató a un toro con cinco o seis espadazos y el animal, con sus órganos internos de fuera, se aferraba a la vida con las pocas fuerzas que le quedaban.
Todos esos sucesos le hacían pensar que debía abandonar el toreo, pero no lo logró hacer en ese momento, hasta que Dios le hizo entender por las vías del dolor ya que por la razón no pudo. En ese instante se dio cuenta de que su vida debía enfocarse a remediar sus errores y ayudar a los animales como actualmente lo está haciendo en Medellín.

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